El regreso a las Cavernas
Uno viene al mundo sin saber qué
futuro le espera.
Salvo que viva en Tucumán.
Con los años puede ser cantor,
ingeniero, comisario de la federal, médico, cura, cartonero, empresario, asesino
serial o paseador de perros.
En Tucumán, además, también puede
ser Tucu Mono.
¿De qué depende?
Ya sabemos que no depende de la
genética, ni del clima. Tampoco del tele-kino.
Depende de lo que deseamos ser. Pero…
Lo que deseamos ser depende de cómo
fue nuestra infancia y adolescencia. De la manera de vivir que mamamos en la
casa, en el barrio, en la escuela. Del espacio dónde crecimos, de las emociones
que nos acompañaron, de cómo nos trataron, de que teníamos para imitar y con
qué oportunidades nos encontramos.
La cosa es compleja, no es una
ecuación matemática, pero lo que nos dicen los sociólogos, antropólogos y la
neurociencia sobre la importancia del medio donde pasamos nuestros primeros
años de vida se acerca bastante a la realidad: en el hábitat que nos toca en
suerte vamos cultivando nuestros deseos, nuestras emociones, nuestra forma de
comunicarnos, nuestro hacer y nuestros sueños.
Por eso no debe sorprendernos que prestigiosos
investigadores de Instituciones de Ciencias Naturales, a pedido del Periodista
Cacho Amaya, se concentraron en el estudio del Tucu-Mono, un extraño caso de
retroceso desde el Homo Sapiens hacia el Mono.
Se lo llama “involución
adaptativa”. Apareció en el Norte Argentino.
El grupo de investigadores, 126
entre profesionales y becarios, debieron acudir a diversas estrategias de mimetización
para poder, durante 23 años incluidos los de la pandemia, observar “in situ” el
comportamiento de esta nueva especie.
Disfrazados de malabaristas,
vendedores de limón y palta, limpiavidrios, empleados de la Sala Cuna y Bomberos
involuntarios, recopilaron suficiente información para corroborar la hipótesis
supuesta: El Tucu Mono está vivito y coleando.
Esta nueva especie en desarrollo
“marcha atrás” está despertando gran curiosidad entre el mundo científico,
tanto que llegaron a determinar con bastante precisión varias sub-especies
dentro de la especie Tucu Mono, como El Tuco Moto, El Tucu Garca y El Tucu
Básico. Hay otras que están siendo clasificadas, corroborando cómo el deterioro
en las condiciones de vida va generando sub-especies adaptadas al “Nicho
Ecológico” que las hace posible, creando así su propia cultura de
supervivencia: lenguaje, relaciones y comportamientos.
Para el Tucu Moto ignorar los
semáforos es una forma de subsistir ante las exigencias de un medio hostil. Tanto
como la necesidad que impone al Tucu Garca ignorar el cruce de calles con su 4
x 4, so pena de ver disminuido el estatus.
Ni que decir de los otros Monos,
con o sin uniformes, que disfrutan tanto de ver cómo sus perros cagan en las
veredas como poder negrear a sus empleados, o cagar al vecino. Y los Monos de
dos caras, sumisos en sus hogares y depredadores en la vía pública.
Queda claro que lo que se designa
como progreso en una sociedad moderna no explicita hacia dónde vamos, aunque ya
podemos ver que la aparición del Tucu Mono nos aclara bastante el destino
final.
Y no se trata de juzgar, sino de
tener la suficiente capacidad de observación para entender las causas y las
responsabilidades que nos cabe a cada uno.
El actual comportamiento social nos manda derecho a las cavernas, con un cerebro que se hará cada vez más pequeño refugiados en manadas que se miran con desconfianza
unas a las otras.
Juan Serra